DESILUSIÓN, ABANDONO,
RECHAZO
La desilusión no es otra cosa que reconocer que la realidad no está a la
altura de nuestros sueños, pero eso no significa que no pueda ser
sustancialmente mejor.
Si hemos vivido desilusión es porque probablemente hemos vivido al menos
uno de estos factores: la traición, el rechazo, el abandono, la humillación. La
desilusión no se supera de la noche a la mañana, debemos ir paso a paso.
Nadie, ni nada nos puede lastimar si no se
lo permitimos. No podemos evitar el dolor, pero si el sufrimiento.
La traición: ya sea de amigos, de pareja, etc., implícito o explícito,
en el que no se respetó un ideal.
El dolor es muy grande y se atraviesa con
desconfianza y queriendo controlarlo todo, no solamente el mundo interno de
emociones y pensamientos sino también lo que sucede en el mundo externo.
DE Bernardo Stamateas.
El rechazo: es muy violento a nivel psicológico porque puede significar
que no te quieren; trae consigo una desilusión muy grande y bronca. La persona
que guarda hostilidad se envenena de a poco.
El abandono: es distinto al rechazo.
"Me gustaría, pero no
puedo."
Una persona abandonada afectivamente se hace co-dependiente, busca
depender, idealizar y asfixia a la pareja.
Se olvidan de sí mismos para ayudar
o cuidar al otro.
La humillación: cuando nos burlan, nos descalifican, nos agreden,
sentimos que no valemos o que nuestra capacidad no sirve de nada.
En los vínculos humanos tenemos que hablar de lo que esperamos de la otra
persona porque muchas veces tenemos expectativas indirectas que no están
explicitadas y que cuando no se cumplen, nos sentimos lastimados.
EFECTOS DE
LAS DESILUSIONES:
Lo más triste de todo esto son los efectos que
traen consigo el hecho de ilusionarse de alguien para luego darte cuenta que no
era lo que tu pensabas, es decir caer en la desilusión, entre los efectos que
puede traer consigo el desilusionarse están:
1. La auto
conmiseración: es decir creer que no hay nadie para ti, que te
quedaras sola para toda la vida o que no naciste para el amor. Cosa que no es
cierta, puesto que el mismo hecho de haberte ilusionado demuestra que no fuiste
hecha para quedarte sola. Solo está en confiar en Dios y esperar el tiempo
indicado.
2. Pensar que
todos serán iguales: la desilusión trae consigo el concepto de que
todas las demás personas serán como la que te desilusionó. Se tiende a
generalizar y realmente no tendría que ser así, el problema radica en que te
ilusionaste de la persona equivocada. Dejo en claro que NO TODOS son iguales,
es decir que NO tienes que generalizar.
3. Muchos se
van de los caminos del Señor: ¿Cuántas personas hemos visto que luego de una
desilusión amorosa deciden marcharse nuevamente al mundo?, se olvidan de que su
vida depende de Dios y no de una relación amorosa.
Jesús dijo: “Donde tienes tu
tesoro, ahí está tu corazón”, entonces yo podría decir:
“Si tu tesoro es esa
persona que te tiene ilusionada o ilusionado, entonces ahí estará también tu
corazón”, es mejor buscar primeramente el reino de Dios y su justicia antes que
las añadiduras de la vida.
4. Muchas
veces tienden a cerrar con candado de acero su corazón: el problema de desilusionarse también puede traer consigo el hecho de
que cierres completamente tu corazón a una futura relación.
Tienes miedo quizá
de que alguien pueda desilusionarte nuevamente, pero tienes que entender que si
das los pasos correctos en esto del amor, no tienes porque volverte a equivocar
y desilusionar.
Existen tantas posibles traiciones como seres humanos habitan este planeta,
pero uno de los escenarios más comunes a esta palabra es la infidelidad.
La intimidad se construye en base a la suma de confianza y tiempo, y la
deslealtad que supone cometer una infidelidad suele romper tan delicado equilibrio.
En un primer momento, surge la emoción en toda su crudeza. Incredulidad, ira,
rabia, dolor…un ‘cocktail molotov’ emocional que nos suele estallar
en las manos.
Al poco tiempo, focalizamos nuestra profunda decepción en la
persona que sentimos que nos ha traicionado.
Así, cuando nos encontramos con
ella se suceden las palabras acaloradas y los enfrentamientos encarnizados.
No en vano, no ha respetado el compromiso de lealtad que habíamos establecido
con ella. No ha honrado el ‘pacto’ en el que nosotros habíamos basado una parte
importante de nuestra relación.
Esta sucesión de emociones y actitudes no se limitan al ámbito
de la pareja.
La traición juega fuerte y no conoce fronteras.
En muchas
ocasiones asoma su fea tez entre buenos amigos, que dejan de
serlo por las decisiones y actitudes de uno u otro a causa de sus intereses
personales o económicos. O tal vez por la indiscreción que
genera el contar un secreto.
Hay traiciones involuntarias, que se fraguan por
dar poca importancia a las inquietudes de la otra persona.
En todos estos casos
entra en juego la falta de empatía y la priorización de los
propios intereses sobre los del otro. Una vez se ha cometido la traición, por
la razón que sea, llega la parte más difícil.
¿Cómo gestionarla?
¿Cómo podemos
curar la herida que nos deja?
Podemos empezar por tomar un poco de perspectiva y tratar
de evitar que la emoción tome las riendas de nuestras acciones.
No cabe duda de
que la furia desatada puede llegar a destruir aquello que
tanto enfado nos genera, pero nos destruye a nosotros mismos en el proceso.
Y
suele dejarnos una tremenda ‘resaca’ emocional.
Tal vez valga la pena profundizar
en lo que significa tan despreciada palabra.
Si nos permitimos la reflexión,
podremos comprobar que todo se reduce a sentir que han violado nuestra
confianza, nuestro afecto y, sobretodo, nuestras expectativas.
Al fin y al cabo, cuando decimos a alguien ‘me has decepcionado’, le estamos
diciendo que no ha cumplido aquello que nosotros esperábamos,
que dábamos por sentado.
La lealtad hacia uno mismo
“Se cometen más traiciones por debilidad que por el propósito firme de
traicionar”, François de la Rochefoucauld
Llegados a este punto, podemos optar por cortar por
completo nuestra relación con nuestro particular ‘traidor’.
Darle la espalda y
renegar de la relación que hemos mantenido hasta ese momento.
Escribir su
nombre en nuestra ‘lista negra’, y dejar que todo el proceso de ruptura
–bien sea una pareja, un amigo, o un familiar– deje un poso de profundo
malestar en nuestro corazón.
Esa sensación de pérdida, de ira
mezclada con triste desazón nos continuará acompañando durante mucho tiempo.
Posiblemente cada vez que recordemos lo sucedido. Pero tenemos otra opción.
La
más difícil, la más heroica.
Implica poner todo lo que está en
nuestras manos para poder llegar a comprender las turbulentas decisiones
y acciones de esa persona, cuestionándonos todos los aspectos de lo sucedido, y
no rendirnos hasta alcanzar la tranquilidad y la serenidad que
tan sólo puede otorgar el perdón.
El camino no es fácil, parece mucho más claro y expeditivo encerrar todo el
asunto bajo llave en un cajón.
Quedarnos en el dolor y el agravio
que consideramos que nos han infligido injustamente, y no ir más allá.
Pero si
aspiramos a trascender esa traición, a limpiar y curar
definitivamente esa herida, tenemos que empezar por poner en práctica la
empatía, la capacidad de ponernos en la piel del otro.
Eso no significa que
estemos de acuerdo o justifiquemos sus acciones.
Simplemente
nos ayuda a cuestionar nuestra postura.
En este escenario,
vale la pena preguntarnos: ¿de qué manera somos co-responsables de lo sucedido?
¿Cómo hemos podido contribuir a generar la situación en la que
se ha producido la traición?
Si nos atrevemos a ser auténticamente honestos con nosotros
mismos, posiblemente encontraremos parte de responsabilidad en
nuestras decisiones, acciones y actitudes hacia la otra persona.
Por otro lado,
vale la pena tener en cuenta que en la gran mayoría de ocasiones en las que se fragua
una traición no hay una intención intrínseca de hacer daño.
Hay ignorancia, egocentrismo y torpeza, sin duda, pero en
contadas ocasiones encontramos maldad.
En última instancia, establecer
cualquier tipo de relación implica asumir que no todo va a ser como nos
gustaría o como esperamos que fuera.
Inevitablemente, confiar
implica asumir el riesgo de la traición. Podemos optar por
convertirnos en víctimas perennes de su alargada sombra…o
simplemente arriesgarnos a Vivir.
En clave de coaching
¿Quién sale ganando cuando perdonamos?
¿Cómo cambiarían nuestras relaciones si lo hiciéramos?
¿Cómo nos sentiríamos si soltásemos el lastre de haber sido víctimas de la
traición?
Libro recomendado
‘El factor confianza’, de Stephen R. Covey (Paidós)