EL FIN DEL TERRORISMO Jeff Foster
El terrorismo, la violencia, el odio, la guerra santa y el deseo de venganza, comienza en todos y cada uno de nosotros.
Ninguno de nosotros está separado de este río de humanidad. Ninguno de nosotros somos individuos separados de la totalidad, sino parte de algo más grande; participamos en el río, y tenemos nuestro ser en el río, y en ese sentido, somos responsables de la totalidad del río.
Tú eres el mundo, y el mundo es tú, como al ilustre Krishnamurti le gustaba decir.
La violencia comienza cuando nos dividimos a nosotros mismos del río y de los demás, cuando menos en nuestra imaginación.
Nos alejamos de nuestra vitalidad y nos definimos
conceptualmente, reduciéndonos a una cosa. Bueno, malo. Correcto,
equivocado. Cristiano, Judío, ateo. Creyente, no creyente. Un éxito, un
fracaso. Indio, Americano, Australiano.
La verdad se convierte en un
arma. Elegimos un bando.
Vemos que hay 'otros.' Olvidamos nuestra
naturaleza compartida, que somos hermanos y hermanas, la misma fuerza de
vida moviéndose, la misma consciencia, el agua de la Vida.
Internamente, nos ponemos en guerra con nuestros propios pensamientos con nuestros sentimientos.
Le damos la espalda a nuestro dolor, a nuestra duda, a nuestro miedo, a nuestros anhelos; los llamamos 'negativos' o 'equivocados' o incluso 'malos.'
Nos partimos en dos, el
'yo bueno' contra el 'yo malo,' el santo contra el pecador, la luz
contra la oscuridad, lo santo contra lo impío.
Podríamos incluso tratar
de 'deshacernos' o 'aniquilar' nuestra tristeza, nuestra duda, nuestro
miedo, nuestros impulsos sexuales, nuestros pensamientos 'impuros'. El
comienzo del genocidio.
Dentro. Todo comienza dentro.
Lo que rechazamos en nosotros mismos, lo terminamos rechazando en los demás. 'Aquí dentro' se convierte en 'allá fuera' en un abrir y cerrar de ojos. Sus imperfecciones. Sus defectos. Sus dolores, sus alegrías, sus dudas, sus debilidades; realmente son nuestros. Sus pensamientos extraños, sus sentimientos 'erróneos' o 'vergonzosos', su oscuridad, su pecado; son realmente nuestros. Tratamos de cambiarlos, corregirlos, salvarlos. Los juzgamos, los vemos hacia abajo, los despreciamos, les tememos. En nuestra frustración, podríamos lastimarlos. En nuestra rabia, incluso podríamos matarlos. En nuestra búsqueda por la totalidad, al no reconocer nuestra propia totalidad, al olvidar el amor que somos, podríamos destruir todo y a todos a nuestro alrededor. En el nombre de la 'libertad.' En el nombre de 'Dios.'
La forma de acabar con el terrorismo es verlo, entenderlo, cortarlo de raíz.
Observa cómo comienza la guerra en el interior. Observa cómo la violencia comienza en todos y cada uno de nosotros. Cada vez que evitamos un pensamiento o un sentimineto, cada vez que nos avergonzamos de ellos, o los culpamos, cada vez que le damos la espalda a nuestra ira, a nuestra tristeza, a nuestra duda, o a nuestro miedo; cada vez que juzgamos o atacamos a alguien más, en lugar de enfrentar nuestro propio trauma no resuelto plantamos semillas de terror.
Sin embargo, cada vez que abrimos nuestro corazones, cuando le hacemos lugar a lo que nos molesta, cuando prestamos una amorosa, curiosa atención a ese lugar que nos duele por dentro, cuando respiramos justo en aquello que desearíamos destruir, estamos recordando nuestra inmensidad, nos conectamos de nuevo con el amor que arde dentro, y nos convertimos en parte de la solución, en el río.
Y entonces, debido a que respiraste, amigo, quizás la humanidad tenga una oportunidad.
- Jeff Foster
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