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FRAGMENTOS EL ARTE DE AMAR
Autor: Erich Fromm
El acto sexual sin amor nunca elimina el abismo que existe entre dos seres humanos, excepto en forma momentánea.
Si soy como todos los demás, si no tengo sentimientos o pensamientos que me hagan diferente, si me adapto en las costumbres, las ropas, las ideas, el patrón del grupo, estoy salvado: salvado de mi temible experiencia de la soledad.
La
mayoría de las gentes ni siquiera tienen conciencia de su necesidad de
conformismo.
Viven con la ilusión de que son individualistas, de que han
llegado a determinadas conclusiones como resultado de sus propios
pensamientos- y que simplemente sucede que sus ideas son iguales que las
de la mayoría-.
“Quien salva una sola vida, es como si hubiera salvado a todo el mundo, quien destruye una sola vida, es como si hubiera destruido a todo el mundo”.
Todos
obedecen las mismas órdenes, y no obstante, todos están convencidos de
que siguen sus propios deseos.
Así como la moderna producción en masa
requiere la estandarización de los productos, así el proceso social
requiere la estandarización del hombre, y esa estandarización es llamada
“igualdad”.
Desde
el nacimiento hasta la muerte, de lunes a lunes, de la mañana a la
noche: todas las actividades están rutinizadas y prefabricadas.
¿Cómo
puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que
es un hombre, un individuo único, al que solo le ha sido otorgada una
única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y
temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad?
El amor es una actividad, no un afecto pasivo; es un “estar continuado”, no un “súbito arranque” […] dar, no recibir. ¿Qué es dar? El malentendido más común consiste en suponer que dar significa “renunciar” a algo, privarse de algo, sacrificarse.
¿Qué
le da una persona a otra? […] da lo que está vivo en él […]
No da con
el fin de recibir, dar es de por si una dicha exquisita […] Dar implica
hacer de la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo
que han creado. […] el amor es un poder que produce amor; la impotencia
es la incapacidad de producir amor.
Nos conocemos y, a pesar de todos los esfuerzos que podamos realizar, no nos conocemos. Conocemos a nuestros semejantes y, sin embargo, no los conocemos, porque no somos una cosa, y tampoco lo son nuestros semejantes. Cuanto más avanzamos hacia las profundidades de nuestro ser, o el ser de los otros, más nos elude la meta del conocimiento. Sin embargo, no podemos dejar de sentir el deseo de penetrar en el secreto del alma humana, en el núcleo más profundo que es “él”.
El
amor es la penetración activa en la otra persona […] En el acto de
fusión, te conozco, me conozco a mi mismo, conozco a todos – y no
“conozco” nada-.
El
amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una
actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación
de una persona con el mundo […] Si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida.
Como lo expresó bellamente Simone Weil: “las mismas palabras [por ejemplo, un hombre dice a su mujer, “te amo”] pueden ser triviales o extraordinarias según la forma en que se digan. Y esa forma depende de la profundidad de la región en el ser de un hombre de donde procedan, sin que la voluntad pueda hacer nada. Y, por un maravilloso acuerdo, alcanzan la misma región en quien las escucha. De tal modo, el que escucha puede discernir, si tiene alguna capacidad de discernimiento, cuál es el valor de las palabras.
En el amor erótico dos seres que estaban separados se convierten en uno solo. En el amor materno, dos seres que estaban unidos se separan.
O, quizá, sería mejor decir tan poco.
Pero
para la mayoría de la gente, su propia persona, tanto como las otras
cosas, resulta rápidamente explorada y agotada. Para ellos, la intimidad
se establece principalmente a través del contacto sexual […]
Pero la
intimidad de este tipo tiende a disminuir cada vez más a medida que
transcurre el tiempo.
El resultado es que se trata de encontrar amor en
la relación con otra persona, con un nuevo desconocido.
Este se
transforma nuevamente en una persona “íntima”, la experiencia de
enamorarse vuelve a ser estimulante e intensa, para tornarse otra vez
menos y menos intensa, y concluye en el deseo de una nueva conquista, un
nuevo amor- siempre con la ilusión de que el nuevo amor será distinto
de los anteriores-.
La atracción sexual crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero, sin amor, tal “unión” deja a los desconocidos tan desesperados como antes.
Un nombre siempre denota una cosa, o una persona, algo finito.
“Conocer y, no obstante [pensar] que no conocemos es el más alto [logro]; no conocer [y sin embargo pensar] que conocemos es una enfermedad”.
El
problema humano del capitalismo moderno puede formularse de la siguiente
manera: El capitalismo moderno necesita hombres que cooperen mansamente
y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y cuyos gustos
estén estandarizados y puedan modificarse y anticiparse fácilmente.
Necesita hombres que se sientan libres e independientes, no sometidos a
ninguna autoridad, principio o conciencia moral – dispuestos, empero, a
que los manejen, a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin
dificultades en la maquinaria social-; a los que se pueda guiar sin
recurrir a la fuera, conducir, sin líderes, impulsar sin finalidad
alguna -excepto la de cumplir, apresurarse, funcionar, seguir adelante-.
¿Cuál es el resultado?
El hombre moderno está enajenado de sí mismo, de
sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo,
experimenta las fuerzas vitales como una inversión que debe producirle
el máximo de beneficios posible en las condiciones imperantes en el
mercado. Las relaciones humanas son esencialmente las de autómatas
enajenados en las que cada uno basa su seguridad en mantenerse cerca del
rebaño y en no diferir en el pensamiento, el sentimiento o la acción.
Al mismo tiempo que todos tratan de estar tan cerca de los demás como
sea posible, todos permanecen tremendamente solos, invadidos por el
profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de culpa que surge
siempre que es imposible superar la separatidad humana. Nuestra sociedad
ofrece muchos paliativos que ayudan a la gente a ignorar
conscientemente esa soledad: en primer término, la estricta rutina del
trabajo burocratizado y mecánico, que ayuda a la gente a no tomar
conciencia de sus deseos humanos más fundamentales, del anhelo de
trascendencia y unidad.
En la medida en que la rutina sola no basta para
lograr ese fin, el hombre se sobrepone a su desesperación inconsciente
por medio de la rutina de la diversión, la consumición pasiva de sonidos
y visiones que ofrece la industria del entretenimiento; y, además, por
medio de la satisfacción de comprar siempre cosas nuevas y cambiarlas
inmediatamente por otras. El hombre moderno está actualmente muy cerca
de la imagen que Huxley describe en Un mundo feliz: bien alimentado,
bien vestido, sexualmente satisfecho, y no obstante sin yo, sin contacto
alguno, salvo el más superficial, con sus semejantes, guiado por los
lemas que Huxley formula tan sucintamente, tales como:
“Cuando el
individuo siente, la comunidad tambalea”; o “Nunca dejes para mañana la
diversión que puedes conseguir hoy”, o como la afirmación final: “Todo
el mundo es feliz hoy en día”
La felicidad del hombre moderno consiste
en “divertirse”. Divertirse significa la satisfacción de consumir y
asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente,
conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga. El mundo es
un enorme objeto de nuestro apetito, una gran manzana, una gran botella,
un enorme pecho; todos succionamos, los eternamente expectantes, los
esperanzados -y los eternamente desilusionados-. Nuestro carácter está
equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir; todo,
tanto los objetos materiales, como los espirituales, se convierten en
objeto de intercambio y de consumo.
GENTILEZA : NAMI 64 |
El amor como satisfacción sexual recíproca, y el amor como “trabajo en equipo” y como refugio de la soledad, constituyen las dos formas “normales” de la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea, de la patología del amor socialmente determinado.
Cualquier
estudio detallado demostraría, empero, que la atmósfera de tensión e
infelicidad dentro de la “familia unida” es más nociva para los niños
que una ruptura franca, que les enseña, por lo menos, que el hombre es
capaz de poner fin a una situación intolerable por medio de una decisión
valiente.
Otro error muy frecuente: la ilusión de que el amor significa necesariamente la ausencia de conflicto.
El
amor es un desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse,
crecer, trabajar juntos; que haya armonía o conflicto, alegría o
tristeza, es secundario con respecto al hecho fundamental de que dos
seres se experimentan desde la esencia de su existencia, de que son el
uno con el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos.
Nuestra cultura lleva a una forma de vida difusa y desconcentrada, que casi no registra paralelos.
Se hacen muchas cosas a la vez: se lee, se escucha la radio, se habla, se fuma, se come, se bebe.
Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a tragarlo todo: películas, bebidas, conocimiento. Esa falta de concentración se manifiesta claramente en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos. Quedarse sentado, sin hablar, fumar, leer o beber, es imposible para la mayoría de la gente. Se ponen nerviosos e inquietos y deben hacer algo con la boca o con las manos.
Los
valores humanos están determinados por los valores económicos […] El
hombre moderno piensa que pierde algo -tiempo- cuando no actúa con
rapidez; sin embargo, no sabe qué hacer con el tiempo que gana -salvo
matarlo-.
Concentrarse en la relación con otros significa fundamentalmente poder escuchar. La mayoría de la gente oye a los demás, y aun da consejos, sin escuchar realmente.
Estar
concentrado significa vivir plenamente en el presente, en el aquí y el
ahora, y no pensar en la tarea siguiente mientras estoy realizando otra.
Educación significa ayudar al niño a realizar sus potencialidades. Lo contrario de la educación es la manipulación, que se basa en la ausencia de fe, en el desarrollo de las potencialidades y en la convicción de que un niño será como corresponde sólo si los adultos le inculcan lo que es deseable y suprimen lo que parece indeseable.
La
situación paradójica de multitud de individuos hoy en día es que están
semidormidos durante el día y semidespiertos cuando duermen o cuando
quieren dormir.
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