La pareja consciente
JORGE LOMAR
Nos preguntamos al mirar a una persona ¿seré feliz con
ella? ¿podré hacerla feliz? Pero ¿cómo voy a hacer feliz a quien guarda en los
rincones recónditos de su mente todo un arsenal de programas contra sí mismo y
contra el mundo que le rodea? ¿No es muy arrogante pretender solucionar la vida
a otra persona?
Del mismo modo, la otra persona no me puede “hacer
feliz” si yo no soy felicidad.
Y no soy feliz por pasar unos días buenos. La
felicidad no es cuantitativa. No depende de la cantidad de ratos agradables
frente a la cantidad de ratos desagradables. La felicidad es un estado mental
de profunda autenticidad. La verdadera iluminación no es más que la verdadera
felicidad.
Hay personas que se plantean si se puede ser feliz
sin una pareja. Otras, sin embargo, se cuestionan si es posible ser feliz en
una relación de pareja. Y es que nuestra mente tiende a buscar maneras
concretas de ser feliz, como si existiera una técnica o fórmula de
comportamiento que una vez establecida, te diera la felicidad. Sin embargo, la
felicidad no tiene nada que ver con lo que hagamos. En nuestra vida ocurren
sucesos, la felicidad es un estado mental íntegro que atraviesa los sucesos, no
depende de ellos. Felicidad es vivencia auténtica, contacto con nuestra verdad.
La felicidad se puede experimentar porque es tu realidad, de no ser así, sería
una ilusión, algo efímero que viene y va pero nada sustancial y
permanente.
Tampoco te la puede dar tu pareja. La alegría de
Ser se conquista solo mediante tu voluntad de experimentar lo verdadero.
Nuestra existencia en este mundo está marcada por
una palabra: relación. Esto es el mundo relativo y aquí todo es en relación a
otra cosa.
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De ese modo
experimentamos aquí. ¿Cuál es la relación que mantengo con mi mente?
¿Qué relación tengo con mi propia identidad? ¿Cómo
es mi relación con el mundo? ¿Cuál es mi relación con la verdad? Mediante la
toma de conciencia en mi relación con todo aprendo sobre mi verdadero estado
mental. Es por esto que la relación es tierra sagrada. Cada relación muestra lo
más oculto de tu relación contigo mismo y con el mundo. Toda relación tiene
como objetivo deshacerse en la unidad y como obstáculo el miedo a perder una
identidad separada.
Y es que debajo de nuestro anhelo del otro, hay un
anhelo de expresarnos como Amor puro, de vivir algo real, auténtico, profundo,
trascender las banalidades del mundo y sentirme uno con el otro, compartirme
mental y emocionalmente con el otro, fusionarme.
El sexo no satisface este anhelo profundo, porque no
es más que una expresión material del burdo intento de fusión de los
cuerpos.
El cuerpo es material y se basa en sus propios
límites.
La verdadera fusión la conseguiremos a nivel
mental, donde surge lo ilimitado, y es perfectamente posible experimentar el
amor incondicional y liberador, que libera al otro y a ti mismo.
Habitualmente nadie se da cuenta de lo que está en
juego en el asunto de la pareja. La mente programada hace que vivas al otro
como a un objeto de deseo más. Crees que existe para que tú puedas obtener
algo: placer, compañía, apoyo, guía, sensibilidad, reconocimiento, dinero,
seguridad o felicidad… son muchos los requerimientos que volcamos en nuestra
pareja cuando nuestro modo de ver está expresando una mentalidad de carencia: me
siento incompleto.
Es natural que la pareja, desde esta mentalidad,
nos lleve solamente a expresar el conflicto interior de un modo más patente.
Nos sentimos solos y creemos que la pareja nos debe
solucionar esta sensación de soledad, de desconexión, de faltarnos algo. A este
nivel funcionamos con la pareja del mismo modo que se opera con las drogas,
para tapar el vacío y el dolor. Pero esta sensación es más profunda de lo que
pensamos, está relacionada con nuestra propia carencia espiritual.
Cuando estamos en el proceso de “enamoramiento” y
vivimos la "magia psicoquímica" que acompaña el proceso de derrumbar
las barreras que nos separan y de abrirnos al compartir, hay vívidos y sagrados
instantes en el que percibimos al otro como si fuera amor perfecto, lo cual nos
produce una alegría profunda y sorprendente. Pero aunque esto, por algún
tiempo, parezca hacernos olvidar nuestro vació e insatisfacción interior, lo
que hay en nuestro subconsciente como un patrón de dolor se volverá a
manifestar. Entonces sentiremos soledad en pareja, aún más frustrante que la
soledad física.
Para empezar, no podemos hacer cargo a nuestra
pareja de nuestra sensación de carencia y soledad. Este es el virus de
cualquier relación, pues estás proyectando el sentido de tu existencia fuera de
ti mismo.
Otra persona jamás podrá tomar esa carga.
No es posible hacerlo.
Es una falsedad, solo tú mismo te puedes hacer
responsable de ese vacío espiritual. Nadie te puede salvar ahí fuera, ni
siquiera tu ídolo. Si conviertes a tu pareja en tu bastón, te afirmarás a ti
mismo como un tullido. Tarde o temprano, vendrá el drama de la dependencia.
El sentido que le atribuyes a tu pareja se basa en
tu desesperación. Y esto no te hará conocer ninguna felicidad real.
El camino que te lleva a ser feliz
comienza cuando te haces responsable de tu propio sentir.
Una relación sana de pareja es aquella en la que se
dan las condiciones oportunas para que cada persona en esa relación crezca, se
enriquezca interiormente y encuentre facilitado su acceso a la verdad, a la
libertad y en consecuencia, a la alegría de Ser. La pareja tiene una única
función auténtica: sirve para caminar hacia la unidad o el amor, al igual que
cualquier otra relación. Pero la responsabilidad que se vuelca en este objetivo
es plenamente libre y personal.
La pareja es un medio, no un fin.
En el mejor de los casos, puede facilitar tu
camino, pero nunca recorrerlo por ti.
Una pareja sana te permite hacerte consciente de ti
mismo, de tu realidad y de tus falsedades, en un ambiente de libertad y
aceptación.
El primer
inconveniente que nos encontramos es la insidiosa pregunta:
¿Es
posible? ¿Existe alguna relación en la que se den estas condiciones?
Muchas personas dan por imposible tener una pareja
con la que vivirse plenamente, en libertad, con la que compartir sin más y
disfrutar del acompañamiento de una amistad profunda e incondicional. Un
verdadero compañero en el camino.
Y lo ven imposible, porque la relación que
mantienen “consigo mismo” no es en absoluto parecida a esto. La voz que suena
dentro de su mente suele limitar su propia identidad, suele juzgarle, agotarle,
atacarle en definitiva.
Con esta relación permanente en su íntima vida
interior de cada día, es normal que se pregunten si existe algún otro tipo de
relación. Estas mismas pautas mentales que una persona reproduce consigo mismo,
las reproducirá de mil formas en su relación con el mundo y por supuesto, las
experimentará con total claridad en su relación de pareja.
El principal problema es que toda la
carga del problema será trasladada a su pareja. Una vez que la enferma relación consigo mismo se refleja a una enferma
relación con otra persona, la mente programada dictaminará “todo es culpa de
ella”. El conflicto se reproduce. Y entonces, la pareja sirve para que un ego
tome ventaja sobre el otro en una constante batalla de culpas y sacrificios.
No es casualidad en absoluto que tengas o hayas
tenido una pareja en concreto. No es así como funciona la cosa, no es por
lotería.
La persona que viene a formar una relación de
pareja contigo es una vieja conocida, en el sentido de que es la oportunidad de
enseñanza-aprendizaje perfecta para la estructura mental actual de ambos.
Por tanto aparece junto a ti como tu pareja, no es
porque sea una especie de alma gemela en otra dimensión, sino que existe un
potencial que os vincula. Este potencial se convertirá en una demostración más
del ego a favor de su causa "el
amor es imposible", o bien, en una relación sagrada al servicio del
perdón y la aceptación, en la que te descubrirás junto al otro como lo que
auténticamente eres: amor puro, aceptación, comprensión.
Un potencial de relación es una posibilidad de
enseñanza/aprendizaje a nivel interior. La otra persona te ofrece las
oportunidades idóneas para tu despertar. También hay que decirlo, son las
mismas oportunidades que puedes desaprovechar haciendo lo de siempre:
culpabilizar y verificar tu ego victimista.
En este sentido, la pareja es tu espejo sagrado. Y
es un espejo más profundo que cualquier otro porqué está ahí delante en todas
las situaciones: las más íntimas, las más decepcionantes, las más aburridas y
las de mayor gloria.
Tu pareja sabrá forjar junto a ti
situaciones que destaparán muchas cosas, si estás atento.
En cada oportunidad, estarás
revivificando un patrón.
¿Escapas de comunicarte?
¿Culpabilizas a tu pareja de tu propio
dolor?
¿Intentas controlarla o tener poder
sobre ella?
¿Te deprimes como si ella fuera la causa
de tu vacío?
¿Te victimizas ante sus rechazos?
¿Cuál es tu respuesta mental en cada
suceso?
Esta constante actualización de tu estado mental
corresponde en realidad a un flujo de programas antiguos que residen en tu
subconsciente como modus operandi para tus relaciones, y solo pueden atisbarse
si estás verdaderamente atento.
La atención o presencia es la condición
previa por la cual tu mente recibe ayuda de una conciencia testigo que tenías
oculta entre tanta distracción, es una conciencia superior a la habitual.
Cuando estás en presencia, eres más tu mismo que en
cualquier otro momento, esto es algo que merece ser experimentado.
La emoción te atravesará sin que escapes de ella y
sin necesidad de conectar compulsivamente el mismo programa de siempre, ese que
te mantenía en un bucle aparentemente sin salida junto a tu pareja, ese
programa interconectado que se repetía una y otra vez y que solo podía
desembocar en sufrimiento. En este sagrado momento de presencia estarás sanando
la relación.
Al sanar la relación de pareja, sanas tu relación
con el mundo y sobre todo, tu relación con Dios o con la Verdad.
Es tu voluntad y tu conciencia la que convertirá
una situación en una expresión de amor o en un conflicto, en unión o
separación.
En tu más profundo interior es donde elegirás
convertir la relación en amor o en separación.
La otra persona es aparentemente una "vieja
conocida" que reflejará con absoluta maestría las manifestaciones más
oscuras de tu ego, las pondrá bien claras delante de ti de mil formas distintas
para que puedas atravesarlas con tu verdadera identidad o para que vuelvas a
confirmarlas como reales.
La persona con la que te encuentras no es perfecta,
al igual que tú no eres una persona perfecta. “Persona” y “Perfecta” son
palabras incompatibles.
La pareja se vive conscientemente como una práctica
espiritual cuando la interpretas como una enseñanza, una oportunidad para que
experimentes maneras de expresar el amor a base de una profunda conciencia.
Existe una bella palabra para explicar esta interpretación de la pareja:
sadhana. Una sadhana es un medio para conseguir tu conciencia espiritual.
La pareja es un medio, no un fin.
Visto así, la pareja sana está destinada a ser un
campo de entrenamiento del perdón y la incondicionalidad, entendiendo el perdón
como un profundo trabajo de cambio de percepción ante el conflicto, en lugar de
como un camino de sufrimiento, que ha sido el modo tradicional de entender el
perdón.
Si tú estás decidido a conocer tu verdad, esta
decisión es íntegra y se aplica en cada situación de conflicto, entonces si es
posible que se den en la pareja las condiciones para tu paz y tu felicidad, ya
que el objetivo es coherente con el medio, hay integridad.
Existe una conciencia que busca lo falso para
deshacerlo, existe una responsabilidad sobre lo que ocurre y una voluntad de
expresar lo que soy, un compromiso con la verdad.
Mi pareja es el medio para mi práctica espiritual,
piso tierra santa en cada encuentro con ella. Solo soy feliz cuando experimento
mi realidad como amor. Hablo de esta experiencia porque es real, corresponde a
tu esencia y por tanto nos espera a todos una vez que eliminemos los obstáculos
mentales que se interponen.
Te
sientes feliz cuando sientes que eres felicidad. Entonces, verdaderamente
tienes algo que compartir.
Jorge Lomar Escritor, facilitador, ponente.
Presidente de la Asociación Conciencia. www.jorgelomar.com
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