Hola:
Sé que estáis ahí, acechándome. Yo también os sigo de
cerca desde hace años.
Sois testigos de mi combate interno pero no hacéis nada para remediarlo.
Solo me miráis, impasibles… ¡¡No os entiendo!!
Como formáis parte de mí, os
he puesto nombre, espero que os guste y no os importe. Os vais a llamar
Tristeza, Cansancio y Vértigo emocional.
Llevo muchos años negándome vuestra existencia e incluso peleando contra vosotras… Pero hoy me he dado cuenta de que os quiero abrazar y escuchar lo que tenéis que decirme. Al fin y al cabo, si nunca os hubierais acercado a mí no conocería a Alegría, Vitalidad y Valentía.
Así que me reservo el derecho de hacer uso de vosotras, de
esconderme, de sentirme mal cuando algo no es justo o cuando algo no está
bien. Me lo reservo porque lo contrario me presiona y me deprime.
Estas son mis sombras y en realidad no son tan oscuras.
Ellas me piden que las comprenda y me dicen que lo que siento es la vida y que el mundo es el
paraíso que yo quiera crear.
Tristeza, no es tu culpa que nadie te quiera
Es que nos han vendido que tenemos la obligación de sentirnos bien y de evitar el sufrimiento. Nos han dicho que tú eres negativa y que tenemos que apartarte si queremos vivir una vida plena.Pero yo he decidido que quiero ser tu amiga, que puedo estar triste, que es normal que lo esté y que, de hecho, debo de estarlo de vez en cuando.
Nunca pensé que fuese a decir esto pero…
Eres parte de mí. Contigo puedo ser yo. Sin máscaras y sin corazas. Me haces
falta.
Por
supuesto, no te voy a esconder más y, si es necesario, le gritaré al
mundo entero que en mis días malos estás conmigo para ayudarme. Me has enseñado
que no todos los momentos pueden ser buenos y que tengo que aprender de ello.
De todas
maneras, te voy a explicar esto un poco mejor… Resulta que sentirse mal
y creerse mentalmente sano o sufrir y vivir la vida no
forman buenas parejas culturales. Asimismo, si a alguien se le ocurre decir “me
siento mal pero estoy bien”, se le mira con extrañeza tratando de
discernir cuál es su peculiaridad.
Hemos
caído en la trampa de exigir un exceso de optimismo a
nuestras vidas. Hemos ignorado que no debemos de aprender la lección sin
cuestionarla y, ahora, pagamos las consecuencias de asumir que no
sufrir es un valor al alza para la cuenta de la vida y que lo correcto es mover
nuestros millones para conseguir evitar las complicaciones y entonces “tener
vida”.
Cansancio, gracias por avisarme
Cansancio,
¿sabes cuál es el problema que tenemos contigo? Que no entendemos que vienes a
pasar unos días con nosotros para traernos un mensaje.
“Apaga el
piloto automático y empieza a cultivar tu interior”. Tengo tus palabras metidas en mi
mente, solo que no encuentro el modo adecuado de responderte.
Entiendo
que cuando vienes es porque mi cuerpo ya no es capaz de administrarme ese
sedante que me permite disimular los problemas y “ser persona” día tras
día.
Me
comprometo a no desplazarte más y a atenderte. Tengo que dejar atrás el miedo a
la vida cuando me despierto cada día. Procuraré no llegar a mi límite para
no darte demasiado trabajo.
Vértigo, soltaré mis cadenas
Vértigo,
no es tu culpa que te temamos, pero tienes que entender que a la mayoría de
nosotros nos dan miedo las alturas, sobre todo si son emocionales.
Por supuesto, no te voy a
esconder más y, si es necesario, le gritaré al mundo entero que en mis días
malos estás conmigo para ayudarme. Me has enseñado que no todos los momentos
pueden ser buenos y que tengo que aprender de ello.
De todas maneras, te voy a
explicar esto un poco mejor… Resulta que sentirse mal y creerse
mentalmente sano o sufrir y vivir la vida no forman
buenas parejas culturales. Asimismo, si a alguien se le ocurre decir “me siento
mal pero estoy bien”, se le mira con extrañeza tratando de discernir cuál
es su peculiaridad.
Hemos caído en la trampa
de exigir un exceso de optimismo a nuestras vidas. Hemos ignorado
que no debemos de aprender la lección sin cuestionarla y, ahora, pagamos las
consecuencias de asumir que no sufrir es un valor al alza para la cuenta
de la vida y que lo correcto es mover nuestros millones para conseguir evitar
las complicaciones y entonces “tener vida”.
En fin, Vértigo, gracias por enseñarme que hay que dejar
marchar lo que ya no me pertenece. La vida es mucho mejor si se vive en
libertad.
Te
prometo que voy a trabajarme y me voy a permitir soltar lo que me aprisiona.
Al fin y al cabo, lo único que hacen las cuerdas conmigo es coger polvo.
Todos
tenemos sombras
Mis
sombras y las tuyas están luchando contra el aluvión de frases positivas y
carteles motivacionales que les obligan a esconderse
tras una pared de papel y a alimentarse de represión.
Lo triste y lo negativo
necesita su espacio en nuestra vida porque, de otra manera, explotará y nos
ahogará. Es que ya no tenemos
derecho ni a fruncir el ceño cuando algo nos molesta, ya vale de ceder ante la
tiranía y la dictadura del optimismo excesivo.
Si Tristeza, Cansancio o
Vértigo nos dicen que algo no va bien y
que debemos preocuparnos es por algo; porque si nunca nos sintiésemos tristes no sabríamos valorar lo que es no
estarlo.
Tampoco consiste en ser
personas pesimistas o melancólicas, solo que no está bien que llamen depresivas a nuestras sombras cuando
encima están ayudándonos a sobrevivir.
Por lo
tanto, defender a nuestras sombras consiste en aceptarnos y dejar de
rechazar nuestras reacciones naturales. Si aceptamos que ellas existen no
nos harán sufrir intentando evitarlas ni nos frustrarán porque cada vez
que nos encuentran nos abrazan con más fuerza.
Por eso,
es preferible dejarles entrar en nuestra casa y dejando que esclarezcan nuestra
mente de vez en cuando. Porque, si hay alguien que no nos miente en este
mundo, esas son nuestras sombras. Porque, cuando les dejamos pasar, nos
dicen que vale la pena luchar porque vale la pena ser feliz.
Porque es más sano
“vivir pensando que me sentiré bien aunque a veces me sienta mal” que “vivir
con la obligación de sentirnos bien para poder ser felices”. Lo único que
tenemos que hacer es admitir que no solo hay blancos o negros, sino que la vida
está llena de matices (tantos como nuestras circunstancias).
Porque
ante el supermercado de razonamientos y recetas para casi todo,
nuestras sombras nos gritan hasta que consiguen que nos duela el alma.
Porque quieren que entendamos que no saber vivir el momento o no tener ganas de
sonreír siempre no significa no tener una vida plena.
Solo es por eso por lo que tenemos que reservarnos el derecho de usar nuestra tristeza cuando nos plaza. Porque nuestras sombras no buscan hacernos daño, sino recordarnos que estamos viviendo una vida que no tiene camino de vuelta.
Es el momento de abandonar el combate que nos destruye, aceptar nuestras
sombras como parte inevitable de la vida y comprender que la paz solo llega
cuando no existen frentes abiertos contra nosotros mismos.
Material obtenido de Mejor con Salud