lunes, 17 de septiembre de 2018

La gran mayoría de nuestras emociones tienen lugar y son consecuencia de nuestros pensamientos.

La gran mayoría de nuestras emociones tienen lugar y son consecuencia de nuestros pensamientos.  


Como pensamos nos sentimos, y viceversa, como nos sentimos pensamos. Y además como pensamos y nos sentimos, actuamos.

De esta manera, nuestro pensamiento orienta nuestra emoción y nuestra conducta. 

Hagamos un experimento, "No pienses, pero para nada pienses en un elefante blanco. En sus orejas blancas, su trompa blanca, sus patas blancas. 

Por favor, no pienses en ese elefante blanco".... ¿En qué estabas pensando? En un elefante blanco, ¿cierto? 

Nuestro pensamiento es muy poderoso tanto que si yo me estoy diciendo continuamente que soy infeliz y que estoy solo, acabaré sintiéndome así aunque esté rodeado de mucha gente, e incluso acabaré quedándome en casa y orientando mi conducta hacia la soledad. 


Igual que con el elefante blanco, si me planteo objetivos en negativo, por ejemplo "No voy a fumar", cada vez que lo piense acabaré deseando más y más un cigarrillo. 
En cambio si me formulo objetivos en positivo ("Sólo fumaré dos cigarrillos hoy") o con conductas alternativas ("cuando tenga ganas de fumar saldré a dar un paseo"), mi emoción será más optimista y orientaré mi conducta hacia el éxito.

Sin duda una mente negativa dificultará tener una vida positiva, así que es necesario un cambio de actitud. 

Para empezar analiza qué, cuándo y cómo piensas, y busca reformular pensamientos negativos por otros más proactivos y resolutivos. Nuestros pensamientos y emociones influyen en nuestras decisiones, así que vale la pena pararse a observarlos de vez en cuando ¡Pruébalo!



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