lunes, 12 de noviembre de 2018

NO HAY OTRA DICHA QUE LA PAZ INTERIOR ❣️ por Ramiro Calle



Ya los más antiguos sabios de la India insistían, con mucha razón, en que no hay nada que pague un instante de paz. 

Todos perseguimos compulsivamente la felicidad y resulta que muy a menudo tomamos derroteros que justo nos van distanciando de la misma. Empezamos, por falta de entendimiento correcto, por asociar la felicidad al entretenimiento, la diversión, la distracción o el placer, cuando en realidad la felicidad es una dimensión de consciencia que nos hace sentirnos completos y en armonía con nosotros mismos y con los demás. 

Tan ansiosamente perseguimos la sombra de la felicidad que alejamos toda dicha posible; tan profundamente insatisfechos nos sentimos que esa constante búsqueda de felicidad nos hace sentirnos más frustrados; de tal modo arrastramos nuestro profundo vacío existencial, que ni siquiera conocemos lo que de verdad es esa dicha interior que hace la mente más libre e independiente y no nos confunde creyendo que la felicidad solo llegará mediante el poder, la acumulación o la diversión.

   ¿Cómo puede eclosionar la preciosa energía d ela paz interior si en la mente anidan la ofuscacióin, la avaricia, el odio, el miedo, el rencor y la malevolencia?

¿Cómo si por negligencia y descuido hemos permitido que la mente se convierta en la mayor fábrica de sufrimiento, conflictos, ansiedad y abatimiento? 

¿Cómo si nos dejamos vencer por toda suerte de suspicacias y susceptibilidades, preocupaciones y disgustos, bobos apegos y  todo tipo de tendencias aversivas?. 

¿Cómo si solo nos dejamos imantar y obsesionar por lo externo y vivimos de espaldas a nuestro yo más profundo, acarreando confusión enfoques distorsionados, frustraciones y complejos?

 Así la mente padece disfunciones y crea sucesiva oscuridad, dominada por su propia gitación, sus temores y limitaciones, añadiendo complicaciones a las complicaciones en lugar de resolverlas, dejándose obsesionar por momorias o inciertas expectativas de futuro, siendo víctima de una enrarecida atmósfera de automatismos y asociacioens repetitivas, perdiendo toda frescura, visión lúcida y sosiego.

Urge cambiar una mente así y porque no se cambia la verdadera paz interior sigue siendo una idea remota y la sociedad un verdadero hervidero de desencuentros y encontronazos, desdicha e incertidumbre.  

Es necesiario no solo mirar hacia afuera, sino hacia los adentros y recuperar el espacio interior de calma, compensión profunda, claridad mental y corazón compasivo. 
Eso no se consigue mediante la impresionante urdimbre que hemos tejido de autoengaños y embustes, emoicones inasanas, enendimiento incorrecto y acciones torpes y muchas veces destructivas y autodestructivas. 
Eso se consigue mediante un riguroso ejercio de introspección, mirándonos en lo más íntimo para irnos desembaranzando de lo que nos impide evolucionar e ir fortaleciendo los mejores recursos y poenciales internos, tomando así la dirección correcta para humanizarnos.

   La paz interior nos pertenece, pero hacemos todo lo posible para no vivenciarla. No se puede obtener de afuera ni nadie la puede conquistar por uno mismo. Hay que ganarla. Hay que poner los medios y condiciones para que emerja y nos impregne. Esmaltará  cuando empiece a hacerlo tanto nuestra mente y pensamientos como nuestras palabras y actos. Como la paz es contagiosa, uno puede contribuir contagiando a los otros con su propia serenidad. Así como de la confusión soo surge confusión, de la paz interior surge paz interior. Es un gran regalo, un tesoro, para uno mismo y para los demás.  
Al ir desvelando la mente y consiquiendo una comprensión profunda y al irla liebrando de raíces insanas como la ofuscación, la avaricia y el odio, la paz interior se va manifestando. La sombrías e inquietantes nubes de la avidez y el aborrecimiento se disipan y surge un estado de embriagadora quietud que puede llegar a mantenerse incluso en las circunstancias más adversas.



 Una de las sendas más directas hacia lo más quieto y apacible de uno mismo es la meditación. 

Ella nos permite experimentar la propia nturaleza más allá de las solientes sinuosidades de los pensamientos. 
Por eso la meditación es el arte de la detención consciente, para que pueda revelarse la esencia que se esconde tras el ego y todos sus afanes. El yogui pone la mente bajo su control para poder incursionar en lo que está más allá de ella, en ese refugio interior donde el pequeño yo "muere" durante unos instantes para que el Yo deje escuchar su voz saturada de esa paz interior que se convierte en neustra mejor guía, nuestra maestra y nuestra fuente de inspiración y revelación. 


RAMIRO CALLE



Hermoso Video Gracias Ramiro Calle