lunes, 30 de julio de 2018

Muchas veces nos quejamos de que nuestra vida está vacía ILUSIONARSE COMO LOS NIÑOS - S.C.


Muchas veces nos quejamos de que nuestra vida está vacía, que no nos ocurre nada importante que le cambie el rumbo y nos ayude a ser más felices.


Nos faltan ilusiones y creemos, erróneamente, que la clave está en la realización de grandes proyectos.  

Esto suele ocurrir porque tenemos poca capacidad para ilusionarnos, porque hacemos depender nuestra felicidad de grandes acontecimientos que casi nunca ocurren.

 
Hay personas que tienen una vida que aparentemente nos puede parecer rutinaria y sin interés, y sin embargo, están llenas de ilusiones, proyectos, cualquier acontecimiento por insignificante que sea les llena de ilusión.

Por otro lado, nos encontramos con otras personas que tienen una vida que puede ser más o menos envidiable, grandes viajes, trabajos interesantes, familia, etc., y sin embargo están vacíos, tristes, desmotivados.

Esto nos reafirma en la idea de que la capacidad de ilusión está en nuestro interior, en la interpretación que hagamos de nuestra vida y de lo que nos acontece, en cómo manejemos lo que mucho o poco que tenemos, en beneficio propio y de los que nos rodean.





La ilusión habita en nuestro interior y en la forma en la que hacemos las cosas. Podemos vivir nuestro día a día de forma monótona, sin ganas, rutinariamente, en automático, es decir, sin ilusión por vivir.


Pero también podemos proponernos volver a ilusionarnos, a vivir cada instante como si fuera único, poniéndole todas nuestras ganas, nuestra alegría, toda la ilusión, porque sabemos que estamos más cerca de conseguir aquello que queremos conseguir.


Podríamos decir, que la ilusión habita en tener metas, deseos y proyectos realistas y alcanzables, de forma que viviremos cada instante intensamente, con la ilusión de conseguirlo, disfrutándolo desde el principio.

 Desde pequeños recurrimos a las ilusiones para construir nuestro proyecto de vida, para diseñar nuestros sueños y fijar nuestras metas. Vivimos con ella porque es la fuerza que nos empuja a alcanzar nuestros objetivos. La ilusión es nuestra compañera de viaje.
Con ella pensamos dónde nos gustaría ir, qué nos gustaría ser o a quien nos gustaría tener a nuestro lado. 

La ilusión nos ayuda a hacer realidad nuestros sueños.

La ilusión de los niños

 

 

¿Recuerdas cuando eras niño?  

La infancia está relacionada con la ilusión, y esto no es una casualidad. En la infancia creemos que todo es posible, nos ilusionamos cuando nos cuentan un plan que vamos a hacer, cuando va a venir una amiga a casa, cuando escribimos la carta de los Reyes Magos, etc…


La ilusión permite a los más pequeños vivir intensamente cada momento de su inocente infancia. 

 Cuando nos hacemos adultos, descubrimos que no todo es posible, y que las cosas no son como queremos que sean, y esto hace que la ilusión se pierda, se disipa entre decepciones, problemas, frustraciones y sufrimientos.

“Mi mayor ilusión es seguir teniendo ilusiones.”
-José Narosky-




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